Textos e imágenes del catálogo editado por el Instituto de la Mujer del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y la Subdirección General de Cooperación, cuyas autoras son Maite Alvarez-Piner, Paloma González, Purificación Pliego y Marisa Sánchez.

LA APROBACIÓN DE LA CÁMARA

A petición de varios diputados, la votación fue nominal, con el resultado de 161 votos a favor y 121 en contra. Entre los ministros presentes votaron a favor: Alcalá Zamora, Fernando de los Ríos, Miguel Maura, Casares Quiroga y Largo Caballero, y en contra, Martínez Barrios.

La aprobación del artículo fue acogida con aclamaciones por las mujeres que llenaban las tribunas, aclamaciones que duraron varios minutos, sin que el Presidente de la Cámara, señor Besteiro, pudiera impedirlo.

Pero el voto femenino aún tenía que sufrir un último ataque.

Una vez acabado el debate del articulado y en el plazo destinado a la presentación de disposiciones adicionales se presentó una enmienda que pretendía limitar el voto femenino a las elecciones municipales, condicionando la participación en las legislaturas a la renovación total de los ayuntamientos.

Esta enmienda presentada el 21 de noviembre por Acción Republicana, fue debatida el día 1 de diciembre.

Una vez más, contra los que argumentaban sobre la deficiente formación democrática de las mujeres y su sometimiento al confesionario. Clara Campoamor señaló hace muchos años, en 1902, cuando el señor Pi y Arsuaga presentó su proposición para que se diera a las mujeres el voto municipal, se utilizó el mismo argumento y por eso naufragó la concesión... Si desde entonces no habéis hecho nada para deslindar los campos, no lo haréis nunca, porque lo cierto es que es más fácil ser demócrata y liberal «laríngeo» que demócrata actuante...»

En esta ocasión la enmienda quedó desechada por sólo cuatro votos. Era ciertamente un margen escaso, pero era la victoria.

En 1931, las mujeres españolas consiguieron su legitimo derecho al voto.

Ni aquí ni en ningún otro país se trató de un regalo, fue un triunfo conseguido tras dura lucha. Hubo que enfrentarse a «razones» biológicas, históricas, científicas, morales... que llegaban a los extremos más ridículos e insultantes; «razones» que fueron esgrimidas desde todos los sectores sociales, e incluso por algunos que no vacilaron en emplear la contundencia de la fuerza, pues cualquier esfuerzo parecía justo para devolver a las rebeldes mujeres al sitio que les correspondía.

Queremos rendir homenaje a todas las que lucharon y consiguieron lo que las mujeres jamás habrían tenido sin su esfuerzo. A aquellas que ya murieron y a las que aún viven rodeadas del olvido y de la indiferencia. En su historia se han ocultado los sufrimientos de nuestras antepasadas, y también sus victorias.

Queremos, por último, resumirlo todo en nuestra reivindicación, pública y fraternal, de Clara Campoamor Rodríguez, nuestra amiga hermana.