LA
CONQUISTA DEL VOTO EN ESPAÑA
El derecho de la mujer
al voto fue una cuestión polémica
mucho antes de su discusión en el Parlamento.
Durante el primer tercio de siglo se planteó
por tres veces esta cuestión. En 1908
se solicitó el voto administrativo para
las mujeres emancipadas, mayores de edad y cabezas
de familia. Esta propuesta fue mayoritariamente
rechazada.
Durante la Dictadura del
general Primo de Rivera se plantea por segunda
vez la cuestión y, mediante un decreto
de 12 de abril de 1924, se concede «el
voto a las mujeres solteras o viudas mayores
de edad». Excluyendo, para proteger la
unidad familiar, a las casadas «ya que
podrían ejercerlo contra sus maridos».
Esta idea del «voto
familiar», cuya representación
se otorga al marido, aparecía cada vez
que se intentaba incluir a las mujeres en el
censo electoral y resurgió cuando, en
1931, se planteó el problema por última
vez.
Con la llegada de la Segunda República
se propone, durante la redacción del
texto constitucional, el definitivo reconocimiento
del derecho al voto de todas las mujeres mayores
de edad, sin distinción de estado civil.
Pero para conseguirlo hubo que vencer una fuerte
oposición basada en los más peregrinos
argumentos.
Ahora, desde una perspectiva histórica,
cabe preguntarse cuál habría sido
la suerte del voto femenino sin la movilización
constante de muchas mujeres, encabezadas por
una de las más ilustres y desconocidas
figuras de la historia de España en el
presente siglo: Clara Campoamor.